JESÚS, EL
EMMANUEL
“DIOS CON NOSOTROS”
(Isaías 7, 14; Mt 1,23)
Todos
tenemos cierta experiencia de lo que es un nacimiento, aunque no hayamos sido
testigos directos, pero, de algún modo conocemos las expectativas y los
preparativos de la familia para el nacimiento del nuevo miembro del hogar, el
que viene a vivir “con nosotros” es el esperado, surge la algarabía, el
entusiasmo.
Pero, junto a la alegría, a las lágrimas, también hay cierto temor.
Puedo llorar de angustia o de alegría.
¡Somos tan complejos en nuestra constitución interna!, que vivimos toda una
mezcla de sentimientos y manifestaciones amalgamadas perfectamente, es
decir, no siempre damos a conocer nuestra alegría o nuestra tristeza,
mantenemos el “equilibrio”.
¿Es el rostro el espejo del alma? Un niño, un bebé puede manifestar
perfectamente a través de su carita lo que realmente siente, y vive por dentro, cosa que muchos de nosotros tratamos de
evitar “educadamente”, pero, dejemos de lado los sentimientos de angustia y
dolor, no estoy aquí para hablar de ti, ni de mí…
A partir de este momento, hablemos de Él (con mayúscula), del
Emmanuel, de Jesús, del “Dios con-nosotros”. Hace más o menos veintiún
siglos que nació, vivió, dividió la historia y continúa creando mucha atención
tanto su Persona como su Doctrina.
Este “Jesucristo” (= Yahvé salva, en hebreo. Mt 1,21) es el
Emmanuel profetizado por el profeta Isaías (7,14), que
anuncia que Dios, protegerá y bendecirá a su pueblo, le concederá la salvación.
Salvación para todos y cada uno de nosotros.
Este Dios Omnipotente, Sapientísimo, Eterno, que no tiene Principio ni
Fin…, que es el Alfa y Omega… decide en su intimidad sagrada y maravillosa,
ser uno como nosotros, decide ser de carne y hueso, mortal, finito, pequeño,
tangible, asume en adelante, tener origen y principio humano.
“Tanto amó Dios al mundo que envió a su propio Hijo” “En esto
consiste el amor; no que nosotros hayamos amado a Dios, sino que Él nos amó
primero y nos envió a su Hijo como propiciación de nuestros pecados” (1Jn 4,10).
La segunda persona de la Santísima Trinidad. El Hijo de Dios, asume
nuestra condición humana, se encarna en el seno de María Santísima y nace en
una humilde posada de Belén, “encontraron un niño envuelto en pañales y
acostado en un pesebre” (Lc 2,12).
Puede haber sido una posada, una cueva o una gran sala, un corral, un
pesebre o un comedero del ganado.
Estaba sin duda instalado en una “habitación” del pobre albergue, y ésta se
hallaba tan llena de huéspedes que no encontraron lugar mejor para recostar al
niño, y resulta que los primeros “amigos”, sus “patas” fueron un buey y el
asno, y seguro que no faltaron las ovejas olfateando todo.
Y, por supuesto, al lado del niño estaban sus “viejitos”, sus “cochos” José
y María, me los imagino a ambos, sonrientes y felices, con cierto temor
reverencial, ella más que él,
él más avergonzado ante ella por no poder ofrecerle un mejor lugarcito con
alguna enfermera, con algunas flores, con aire acondicionado y alguna música
suave de fondo, ¡qué romántico suena!
¿No? Pero, “lo hecho, hecho está”, ha nacido la Wawa de Dios, no
había instrumentos quirúrgicos para embarazadas que, nuestra cultura posee para
atender a un recién nacido, pero había “ángeles de Dios” cantando, “una
multitud del ejército celestial, que alaba a Dios, diciendo: GLORIA A DIOS
EN LAS ALTURAS Y EN LA TIERRA PAZ A LOS HOMBRES QUE AMA EL SEÑOR” (Lc
2,13-14)
Mucho después, muy posteriormente, llegaron los Magos que venían del
Oriente, diciendo: “dónde está el Rey de los judíos que ha nacido”, pues, vimos su estrella en el
Oriente y hemos venido a adorarle” (Mt 2,2) y también los vecinos
ocasionales, no faltaron para saludar y felicitar a los primerizos padres, y de
pasadita hacerle alguna caricia al niño o jalarle algún dedito de su piecito,
y/o quizás contemplar su sonrisa y sus vivaces ojitos.
Por supuesto, que
no había luz eléctrica ni bombillas ahorradoras, pero, sí había mechones
encendidos que al respirar te humean la nariz,
y no faltarían todas las noches millares de estrellas relampagueando, y
centellando como miles de ojos curiosos que se abren y se cierran, serían unas
noches estrelladas formidables como para contemplar la creación y su
perfecto orden, como para observar en silencio y dejar que la imaginación
“vuele”, hasta “chocar” con un meteorito, claro, ¡!imaginario!...
Este niño recién nacido tiene un mensaje para ti, y te dice que:
“Dios es Amor”, son tres palabras que resumen la acción de Dios, la
Creación fue posible porque Dios es Amor,
Tú existes por el amor de tus padres, ¿te has fijado en la maravilla de tu
cuerpo y en su funcionamiento? ¿en tu capacidad creadora y afectiva?, todo ello
gracias a Dios que es Amor.
Por
lo tanto, Navidad es una invitación para compartir ese Amor de Dios. Él no
se reservó nada para sí, “todo les he dado a conocer” (Según, Jn 17,
especial en Jn 17,6-8 y 17-26).
Esta
invitación, como toda invitación, necesita una confirmación de nuestra parte,
es decir, podemos responder con un sí o un no libremente. Navidad, tiempo de
recuerdo y esperanza, de unión familiar y renovación de compromisos, de
compartir generosamente la amistad, un abrazo, un saludo; tiempo de abrir
el corazón, de reconciliarse, de perdonar y ser perdonado; tiempo de seguir
optando por la vida y reafirmar nuestra dignidad humana y el respeto a ella.
Todo nacimiento es un acontecimiento extraordinario. La Navidad es
única e irrepetible, las nuestras son muchas y celebradas de mil maneras,
en cada hogar, pueblo y cultura se expresa la gratitud a Dios con
modos propios y peculiares, todos alabamos y agradecemos con gestos y
palabras, descansando o bailando, orando o gritando, sol@s o acompañad@s,
observando, disfrutando, suspirando, respirando, admirando…
Navidad,
es un niño para recibir, abrigar, y abrazar con nuestra presencia, un niño para
servir, imitar y amar. Navidad, es “Dios con-nosotros”.
“El Emmanuel,
con piel de
ángel,
con piel de
niño”
Tersura
y suavidad,
y
no con pan bajo el brazo, en su pequeña espalda lleva el
pesar
del mundo,
mas
no lo lleva cansado…
aún
con sus pocos días de haber nacido el tierno ángel,
con
piel de niño y con piel de hombre…porque es tu amigo.
Mas
Él no viene, Él ya ha nacido… ¿Por qué lo esperas?,
si
está contigo, desde un principio por siempre y para siempre,
Él
es un niño, con piel de ángel, con piel de hombre.
Con
su inocencia, como tierno abrigo, Él ya ha nacido…
y
está en la Escuela, recoge su libro, juega en el recreo,
vive
contigo.
Pero,
tú crees que Él vendrá… más no lo has visto… y aún lo
esperas,
¿no
te das cuenta?,
que
Él ya recorre el Camino, que pasa hambre, sí, que pasa
frío,
pero, que aún vela por ti,
porque
tú también fuiste, eres y serás un niño con piel de ángel,
con
piel de amigo,
con
manos negras, blancas y rojas, con manos santas.
Él
es un niño, Él te sonríe y también llora cuando es debido.
Yo
sólo sé que es un niño, y como niño también sufre por su
destino,
que
no es tan sólo su pergamino, es de todos los que vivimos.
Bendiciones
en esta navidad. Un gran abrazo
No hay comentarios.:
Publicar un comentario