REFLEXIÓN DE MATEO 25,35-45
“Tuve hambre…, tuve sed…, estuve desnudo…”
Por eso, “tuve
hambre, tuve sed…” no es compartir
una mera caridad con el necesitado, con quien Jesús se identifica, sino
que va más allá de la apariencia de la necesidad, la inmediatez, la prontitud o
lo momentáneo.
Con la caridad, doy
aquello que me solicitan, aquello que me piden, lo estrictamente necesario, por
ejemplo, me piden un pan, pues un pan doy.
Para ir más allá de esta solicitud, a lo contemplado en lo divino, donde
el don de Dios supera lo “solicitado”, para llegar a la inmensa misericordia
“pues, aquello que hicieron, conmigo lo hicieron”, es necesario “romper” ese esquema de tranquilizar la
conciencia y de sentirme satisfecho con lo que hago.
Una cosa es identificarse con la afectividad de las
personas necesitadas y otra es identificarse con la efectividad de lo que puedo
hacer por ellos.
¿Qué sentido tiene
saludar a aquellos con los cuales me llevo bien? o ¿Perdonar a aquellos que
siempre me perdonan? o ¿Colaborar con aquellos que siempre lo hacen conmigo? el
Maestro, dirá “Ya tuviste tu paga”.
Siguiendo las huellas
de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la orden dominicana, debemos ir y dar
testimonio del amor de Dios, viviendo el sentido de la generosidad que, supera
la mera caridad con aquellos a quienes servimos como a nuestro Maestro. Es rescatar
lo estrictamente humano sin importar dónde y en qué situación se encuentre, es
darle y devolverle el sentido de la dignidad y la gratitud de hermano que
corresponde, por eso, “Señor, cuando te hemos visto de hambre, de sed…”
Él responderá “lo que hicieron con estos pequeños, conmigo lo hicieron…”
Este principio
refresca siempre nuestra memoria de apertura al necesitado, “Te doy no porque lo necesitas sino
porque soy yo el necesitado en ti”. Ahora, tiene sentido el dar pan, si
me piden un pan, doy diez panes y mucho más. “Se recogieron mas diez canastas
de pan y de pescado, después de haber saciado el hambre”.
A partir de lo
reflexionado, el … “estuve desnudo y me vistieron, o estuve en la cárcel y me
visitaron”, etc.…, es optar y acogerme
a la generosidad, a la totalidad de un corazón abierto y atento, que
parte de la propia cotidianidad y se transmite como apertura y servicio a los
demás. Esto, desde el punto de vista psicológico, es dar un poquito más del
tiempo solicitado, o el servicio pactado, o la escucha reclamada…, es llegar a la excelencia, a la
generosidad. Y todo el texto de Mateo 25, se puede aplicar a todas las
dimensiones de la vida humana, la familia, la escuela, el trabajo, la sociedad,
a todos los problemas y las satisfacciones que puedan retribuir las buenas acciones
humanas. Por lo tanto, “Haz el bien
sin mirar a quién”.
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