EL RESPETO A LA PERSONA HUMANA
La sociedad asegura la justicia social cuando
realiza las condiciones que permiten a las asociaciones y a cada uno conseguir
lo que les es debido según su naturaleza y su vocación.
La justicia social sólo puede ser conseguida sobre
la base del respeto de la dignidad trascendente del hombre. La persona
representa el fin último de la sociedad, que está ordenada al hombre:
La defensa y la promoción de la dignidad humana nos
han sido confiadas por el Creador, y de las que son rigurosa y responsablemente
deudores los hombres y mujeres en cada coyuntura de la historia.
El respeto de la persona humana implica el de los
derechos que se derivan de su dignidad de criatura. Estos derechos son
anteriores a la sociedad y se imponen a ella. Fundan la legitimidad moral de
toda autoridad: menospreciándolos o negándose a reconocerlos en su legislación
positiva, una sociedad mina su propia legitimidad moral.
El respeto a la persona humana pasa por el respeto
del principio: Que cada uno, sin ninguna excepción, debe considerar al prójimo
como «otro yo», cuidando, en primer lugar, de su vida y de los medios
necesarios para vivirla dignamente.
El deber de hacerse prójimo de los demás y de
servirlos activamente se hace más acuciante todavía cuando éstos están más
necesitados en cualquier sector de la vida humana. Cuanto hicisteis a uno de
estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.
Este mismo deber se extiende a los que piensan y
actúan diversamente de nosotros. La enseñanza de Cristo exige incluso el perdón
de las ofensas. Extiende el mandamiento del amor que es el de la nueva ley a
todos los enemigos (cf Mt 5, 43-44).
http://es.catholic.net/op/articulos/42970/cat/414/i-el-respeto-de-la-persona-humana.html#modal
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