LAS BIENAVENTURANZAS
El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que
“las bienaventuranzas” están en el centro de la predicación de Jesús. Con ellas
Jesús recoge las promesas hechas al pueblo elegido desde Abraham; pero las
perfecciona ordenándolas no sólo a la posesión de una tierra, sino al Reino de
los cielos
Las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo
y describen su caridad; expresan la vocación de los fieles asociados a la
gloria de su Pasión y de su Resurrección; iluminan las acciones y las actitudes
características de la vida cristiana; son promesas paradójicas que sostienen la
esperanza en las dificultades; anuncian a los discípulos las bendiciones y las
recompensas ya incoadas; quedan inauguradas en la vida de la Virgen María y de
todos los santos.
LAS BIENAVENTURANZAS (Mt 5,3-12)
Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de
ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en
herencia la tierra.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán
consolados.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de
justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos
alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos
verán a Dios.
Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos
serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la
justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Bienaventurados seréis cuando os injurien, os
persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
Alegraos y regocijaos porque vuestra recompensa será grande en los cielos
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