¿CUÁNTO EXIGIR EN LOS ESTUDIOS DE TUS HIJOS
SIN PRESIONES?
Más allá de las notas, este puede ser un buen
momento para reflexionar sobre el verdadero sentido del estudio: cómo
acompañarlos, cuánto exigirles y, sobre todo, cómo ayudarles a dar lo mejor de
sí mismos sin agobios ni comparaciones.
Llegado este punto del curso, muchas familias
comenzamos a recibir señales —más o menos claras— sobre si nuestros hijos
pasarán o no. Es un momento propicio para la reflexión: ¿Cuánto debemos
exigirles? ¿Cómo hacerlo? ¿Dónde está el límite entre el estímulo sano y la
presión excesiva?
¿CUÁNTO EXIGIR A NUESTROS HIJOS EN
LOS ESTUDIOS?
La respuesta no es sencilla,
porque no hay un solo criterio válido. Cada hijo es único, y con cada uno
debemos aplicar un parámetro distinto. Un siete puede ser una gran victoria
para un niño que ha exprimido sus capacidades al máximo.
Ese siete merece un aplauso,
porque es fruto del esfuerzo, la constancia y la superación. En cambio, un ocho
en otro puede ser síntoma de dejadez, de talento desperdiciado, de falta de
compromiso. El reto como padres está en distinguir cuándo un resultado es fruto
del esfuerzo verdadero y cuándo no.
¿CÓMO CONOCER EL APRENDIZAJE DE MI
HIJO?
Para saberlo no basta con mirar las notas.
Hay que observar, estar, compartir. Solo el tiempo en casa, el contacto
cotidiano, nos permitirá ver si un hijo estudia con interés, si se enfrenta con
responsabilidad a sus tareas, si hay motivación o desánimo. Un buen termómetro
es comprobar si habla de lo que está aprendiendo.
"De lo que está lleno el
corazón habla la boca" (Lucas 6,45). Si un niño comenta
espontáneamente lo que le cuesta o lo que le gusta de una asignatura, si
expresa sus dudas, si se plantea metas, probablemente está implicado en su proceso
de aprendizaje.
Cuando no es así, cuando no hay
diálogo, cuando solo hay evasivas o excusas, es hora de acompañar más de cerca.
Y en ese acompañamiento los padres no somos inspectores ni generales, sino
entrenadores, "coaches" del día a día, que enseñan con cariño a
organizar el tiempo, a no perder minutos valiosos, a rendir sin agotarse.
VÍAS DE ESTUDIO
A veces, algo tan sencillo como
un reloj segundero puede ser una gran herramienta para establecer tiempos
concretos de estudio y descanso, para marcar un ritmo, para crear una rutina
que aporte seguridad.
Una de las grandes dificultades
es la concentración. Y en esto no hacen falta técnicas innovadoras ni
aplicaciones llamativas. Basta una mesa despejada, un ambiente de silencio, y
—¿por qué no? — una imagen de la Virgen o de San Miguel que nos recuerde que no
estamos solos, que también los ángeles custodian nuestro esfuerzo.
SIEMBRA A CULTURA DEL ESFUERZO EN
TUS HIJOS
El estudio no solo es una tarea académica,
sino también una oportunidad de crecer en virtudes como la fortaleza, templanza
u obediencia.
Quizá en este momento del curso
sentimos que ya está “todo perdido”, que no queda mucho margen para cambiar el
rumbo. Pero siempre hay algo que podemos hacer: tomar el pulso, marcar pautas,
motivar, poner orden.
Aún podemos hablar con los
profesores, pedir una tutoría, adelantarnos a las evaluaciones finales, evitar
sorpresas. Y sobre todo, aún podemos sembrar una cultura del esfuerzo que, más
allá de las notas, marque a nuestros hijos para toda la vida.
Los estudios no son un fin en sí
mismos, pero sí una escuela de vida. En ellos aprendemos a perseverar, a no
rendirnos, a valorar lo que cuesta. Enseñar eso es una de las grandes misiones
de la familia. Y por eso, más que exigir, lo importante es acompañar con
cariño, exigir con medida y ayudar a cada hijo a dar lo mejor de sí.
TOMADO DE: https://es.aleteia.org/2025/05/16/cuanto-exigir-en-los-estudios-de-tus-hijos-sin-presiones
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