LA AMISTAD DIVINA
Si hay una palabra que
puede llamar la atención es el término amigo. La amistad, o el tener un amigo,
es algo que todos valoramos pero que muchas veces podemos dar por hecho y se
nos puede olvidar lo que significa tener un amigo.
Cuando llamamos a alguien
amigo, no de una manera superficial, sino cuando nos referimos a un amigo de
verdad, nos pueden venir muchas cosas a la cabeza para poder describir lo que
para nosotros significa tener una amistad. Sin embargo, una de las características
más evidentes de un amigo es que éste es una persona que siempre está.
Lo impresionante aquí no
es la belleza de la amistad, sino a quiénes se refiere dicha amistad, es decir,
la amistad que tengo yo con Dios, que Dios tiene conmigo. Por lo tanto, el que
Jesús me llame amigo me sorprende pues no lo está diciendo de una manera
superficial, lo está diciendo de una manera real. Él no sólo es Aquél que
siempre ha estado, está o estará, sino que ha llevado la amistad al punto más
radical, ha dado su vida por mí.
Jesús quiere pasar de una
relación lejana como la que tiene un amo con su siervo a una relación cercana
como la que tienen dos personas que se conocen, que se frecuentan, que confían
entre sí. Es decir, Jesús quiere pasar de ser el Dios que muchas veces podemos
crear, un Dios lejano, indiferente, a ser sencillamente el Dios que es, es
decir, un Dios que se acerca, un Dios que está, que permanece en mí…, un Dios
que es amigo.
Estamos invitados a
celebrar, esa misteriosa comunión entre Dios y su Pueblo, entre Dios y
nosotros. La lluvia es signo de su presencia en la tierra trabajada por
nuestras manos. Una comunión que siempre da fruto, que siempre da vida. Esta
confianza brota de la fe, saber que contamos con su gracia, que siempre
transformará y regará nuestra tierra.
Una confianza que se
aprende, que se educa. Una confianza que se va gestando en el seno de una
comunidad, en la vida de una familia. Una confianza que se vuelve testimonio en
los rostros de tantos que nos estimulan a seguir a Jesús, a ser discípulos de
Aquel que no decepciona jamás. El discípulo se siente invitado a confiar, se
siente invitado por Jesús a ser amigo, a compartir su suerte, a compartir su
vida.
"A ustedes no los
llamo siervos, los llamo amigos porque les di a conocer todo lo que sabía de mi
Padre". Los discípulos son aquellos que aprenden a vivir en la confianza
de la amistad de Jesús.
(Homilía de S.S. Francisco, 12 de julio de 2015).
http://www.es.catholic.net/op/articulos/69400/evangelioBoletin.html#
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