TESTIGOS DE DIOS
Hay hechos que marcan
nuestra existencia. Momentos o situaciones en los cuales, nos encontramos de
frente a una realidad que nos sobrepasa. Ante ello, nos maravillamos o nos
angustiamos, nos alegramos o nos entristecemos; haciendo cambiar
espontáneamente nuestra manera de pensar, nuestra manera de ver o incluso
nuestra manera de actuar. Ante estos hechos hay que comprender la realidad, la
cual nos convierte en testigos o protagonistas de una experiencia o un hecho
vivido, un acontecimiento que nos ha marcado.
El gran acontecimiento de
Jesucristo, lo cual nos convierte en testigos de la resurrección de aquél que
ha muerto y vuelto a la vida por cada uno de sus hij@s. Es por ello que no
podemos ser indiferentes ante este hecho, sino que debe de marcar nuestras
vidas, pues es aquí donde se experimenta claramente la grandeza y la acción de
Dios omnipotente.
Al experimentar esta
grandeza, nos convertimos como María Magdalena, María (la madre de Santiago) y
Salomé, en testigos de la grandeza de Dios y más aún palpamos en el fondo de
nuestro corazón la resurrección de Jesucristo, pues aquél que es testigo, no
está llamado a tener una actitud pasiva, al contrario, está llamado a dar
testimonio de aquello que ha vivido, a compartir aquella experiencia que ha
hecho y más aún a dejarse cambiar por la mano bondadosa de un Dios,
omnipotente, que ha revivido para estar presente en cada instante de la vida.
Está llamado a transmitir
la alegría, a ser portador del gozo de haber experimentado el amor de un Dios,
que ha muerto, pero que hoy, más que nunca, ha resucitado. Quien hace esta
experiencia se convierte en testigo de la Resurrección, porque en cierto
sentido ha resucitado él mismo, ha resucitado ella misma. Entonces es capaz de
llevar un "rayo" de la luz del Resucitado en las diversas
situaciones: en las felices, haciéndolas más bellas y preservándolas del
egoísmo; y en las dolorosas, llevando serenidad y esperanza. (Papa Francisco,
21 de abril de 2014)
Las mujeres en el
sepulcro. Fueron a encontrar a un muerto, su viaje parecía inútil. También
ustedes van por el mundo a contracorriente: la vida del mundo rechaza
fácilmente la pobreza, la castidad y la obediencia. Pero, al igual que aquellas
mujeres, van adelante, a pesar de la preocupación por las piedras pesadas que
hay que remover. Y al igual que aquellas mujeres, las primeras que encontraron
al Señor resucitado y vivo, se abrazan a Él y lo anuncian inmediatamente a l@s
herman@s, con los ojos que brillan de alegría. (Homilía de S.S. Francisco, 2 de
febrero de 2018)
http://www.es.catholic.net/op/articulos/68963/evangelioBoletin.html#
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