ESTOY VIVO
¿Tú darías la vida por un
muerto?, ¿invitarías a tomar un café hoy al bisabuelo de tu bisabuelo?, ¿serías
capaz de preguntarle su opinión sobre la decisión más importante de tu vida a
alguien que dejó este mundo hace miles de años? Probablemente no.
Lo más común es que cuando
damos la vida por alguien, sea una persona viva. Consultamos a los vivos, no a
los muertos, al tomar una decisión importante. Invitamos a pasar un tiempo
junto a los vivos no a los muertos.
¿Sabes? Hoy muchas
personas me tratan como si estuviera muerto. Dicen con los labios que creen en
mi resurrección, muchos de ellos se dicen cristianos, seguidores míos, pero
para ellos no soy más que un personaje del pasado, una persona que quizá fue
buena y ayudó a otros hace mucho tiempo, pero que ahora no pude hacer nada. Eso
me lastima.
Me tratan como si
estuviera muerto. No se dan cuenta que siempre estoy a su lado. Son como mis
discípulos que, aunque se los dije muchas de veces, no terminaban de creer que
yo estuviera vivo y me trataban igual que muchas personas hoy en día.
ESTOY VIVO. Date cuenta de
que te amo y puedo - y quiero hacer - mucho bien por y en ti. Déjame entrar en
tu vida, mira que estoy vivo.
La oración humilde del
hijo, que nosotros podemos hacer, es:
"Padre, atráeme hacia
Jesús; Padre, condúceme a conocer a Jesús”.
Y el Padre enviará al
Espíritu a abrir nuestro corazón y nos llevará hacia Jesús. Un cristiano que no
se deja atraer por el Padre hacia Jesús es un cristiano que vive una situación
de huérfano; y nosotros tenemos un Padre, no somos huérfanos.
Hay que dirigirse al Padre
como nos enseñó Jesús -"Padre nuestro, que estás en el cielo..."- y
pedir la gracia de ser atraídos hacia Jesús.
(Homilía de S.S. Francisco,
19 de abril de 2016, en santa Marta)
http://www.es.catholic.net/op/articulos/69030/evangelioBoletin.html#
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