SIGUE PRESENTE
Podemos vivir la Semana
Santa y el Domingo de Resurrección, como si nada importante haya pasado.
Podemos continuar viviendo como estamos acostumbrados, pero todo lo que pasó no
es un cuento para asustarnos, es un hecho verdadero lleno de amor.
Cristo ha padecido, ha
muerto y ha resucitado, pero se ha quedado junto a nosotros en la Eucaristía,
que es el lugar donde reconocemos su victoria sobre la muerte. Cristo
Eucaristía es Cristo vivo, es Cristo resucitado.
Un cristiano que sabe que
Cristo está presente en la hostia, no puede ser un cristiano triste, pues un
santo triste es un triste santo. La Eucaristía es signo de alegría, de paz y de
amor. Vemos en este pasaje sobre los discípulos de Emaús, que fue en el momento
de partir el pan, cuando reconocieron a Cristo. Su tristeza pasó a ser una gran
alegría, tanto así que, en ese momento, regresaron a Jerusalén para
transmitirles a los apóstoles aquello que habían vivido.
Nosotros, después de haber
vivido la Pascua, y saber que Cristo Eucaristía ha llenado mi corazón de
alegría, ¿estamos transmitiendo aquello que vivimos en la Vigilia Pascual? No
dejemos pasar esta Pascua sin recordar en cada momento que la Santa Eucaristía
es la garantía del amor de Dios hacia nosotros.
Partir: esta es la otra
palabra que explica el significado del "haced esto en memoria mía".
Jesús se ha dejado "partir", se parte por nosotros. Y pide que nos
demos, que nos dejemos partir por los demás. Precisamente este "partir el
pan" se ha convertido en el icono, en el signo de identidad de Cristo y de
los cristianos. Recordemos Emaús: lo reconocieron "al partir el pan".
Recordemos la primera comunidad de Jerusalén: "Perseveraban [...] en la
fracción del pan". Se trata de la Eucaristía, que desde el comienzo ha sido
el centro y la forma de la vida de la Iglesia.
(Homilía de S.S. Francisco, 26 de mayo de 2016)
(Homilía de S.S. Francisco, 26 de mayo de 2016)
http://www.es.catholic.net/op/articulos/68989/evangelioBoletin.html
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