JESÚS Y NICODEMO
Jesús deseaba mostrar a
Nicodemo que era un testimonio fiel de las cosas celestes. Él es Dios y conoce
mejor que otro nuestras íntimas inspiraciones, así que, dado que se dirigía a
un doctor de la ley, Jesús recuerda el episodio de la serpiente de bronce.
Durante un largo camino,
de Egipto a la Tierra Prometida, los hebreos se rebelaron contra Dios, y una
calamidad debida a algunas serpientes les asusta, y diezma la gente. El pueblo
pide perdón y Dios ordena hacer una serpiente de bronce, alzarla sobre una asta
y mirarla.
Todos aquellos que
hubiesen contemplado su mirada se habrían salvado. Tal episodio preanunció la
redención del hombre, y Jesús se lo mostró a Nicodemo. Aquél que mira al
"Hijo del Hombre" y cree en Él tendrá la vida eterna.
En cierto modo también
nosotros debemos proseguir nuestro camino en este mundo, siguiendo las huellas
de Cristo. Porque aquél que muestra la fe en Cristo con su conducta está
destinado a ser visto por todos.
Es necesario para la
salvación de aquellos que lo desean. Para podernos alzar como la serpiente de
bronce y ser señal con la que Cristo cure el mundo de sus enfermedades, no es
suficiente la "carne", es decir, no bastan las posibilidades
naturales del hombre, sino que debemos estar dispuestos a aceptar el aliento
del Espíritu, que nos sugiere el camino de Cristo en las diversas ocasiones.
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