viernes, 13 de diciembre de 2024

MULIER ECCE FILIUS TUUS ... ECCE MATER TUA


Mulier ecce filius tuus [...] ecce mater tua. 

“Mujer, ahí tienes a tu hijo.

Hijo, ahí tienes a tu madre”

Juan, 19, 26 – 27

 

¡Qué palabra tan hermosa, tan profunda, tan humana, tan maternal, tan cercana, tan tierna: madre – mamá – mamacha – mujer! El mismísimo Dios se inclina profundamente ante su propia creación. No es debilidad es amor. No se rebaja, sino que enaltece. No trae la muerte, sino la vida y la salvación. Su presencia da sentido a la trascendencia humana.

 

El amor y el cuidado mutuo está presente en este acto de amor. Jesús estaba colgado en la cruz, ya no tenía nada más que dejar, sino entregar al discípulo amado, Juan, el cuidado de su madre. Inmenso amor por parte de Jesús, que no dejó a su madre desamparada. Parte de la vida humana, es el sentirse en la “noche oscura del alma”.

 

Profundo dolor de una madre, Santa María, vivió plenamente la pasión de su hijo, en ningún momento de alejó de él. Con el corazón desgarrado, tuvo que mantenerse en pie. El coraje de una madre, que jamás se doblega ante el dolor. La ironía del amor hasta sus últimas consecuencias. Amor con dolor, el dolor inseparable del amor, en esta escena final de la vida terrenal de Jesús.

 

El mismo Jesús, que sentía un profundo amor por la humanidad, también se vería “abandonado” por el desprecio y la dureza del corazón del hombre. Nada más doloroso que sentir, que eres apartado del lugar que has venido a salvar, sanar y unir. La contradicción del hombre que, rechaza el amor y se convierte en algo vil y despreciable para sí mismo y para los demás.

 

¡Qué incomprensible el corazón del hombre, qué distorsión tiene la mente humana que, es capaz de las peores aberraciones! Jesucristo, que mostró misericordia plena, con los más necesitados y abandonados por el mismo hombre, vino para recordarnos nuestra dignidad divina y humana. El hombre pierde permanentemente la conexión con la divinidad por su libre albedrío y voluntad.

 

El hombre es libre para pensar y actuar como mejor le parece, pero, debe aprender a asumir la responsabilidad de sus actos y de sus palabras. El ser humano es trascendente desde su presencia en este planeta tierra. No es simplemente terrenal, pues, su capacidad de pensar, amar, sentir y crear, van más allá de un simple “polvo eres y al polvo volverás”. Trascendemos esta existencia y experiencia humana.

 

Jesucristo, Dios y hombre verdadero, la unión perfecta de lo divino y lo humano, nos devuelve la dignidad de esa grandeza humana – divina. Asegurándonos que, la flaqueza de espíritu puede ser superado con fidelidad a una causa y propósito de vida. No podemos quedarnos en un simple acto de cobardía, y justificarnos que fue un simple “error”. El matar, el desprecio, el abuso, la cobardía, el odio, los celos, el rencor …, no es una acción “inocente”.

 

Finalmente, esta excelente frase de Jesús, llena de amor filial a la fidelidad maternal: “Mulier ecce filius tuus [...] ecce mater tua”, jamás puede dejarnos indiferentes. El mensaje es: Debemos mostrar un profundo y reverencial amor a nuestra madre. Jamás juzgues a una madre. No tienes ningún derecho para ser juez de una madre. Ninguna mujer es culpable para Dios. No sabes el dolor que lleva. No sabes el amor que tiene.

 






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