CALDO
NUTRITIVO
Era
la clase de Historia, y aprendíamos nutrición y como usar la imaginación. El
profe Raúl siempre era ameno en sus explicaciones y sus comparaciones que usaba
en las clases. Podías olvidar el tema, pero el ejemplo, no. Por lo tanto, si
recordabas el ejemplo, difícil no recordar el tema. Estimulaba la imaginación y
cuando la imaginación trabaja, la mejor forma de aprender es imaginando.
Por
algo, Santa Teresa de Jesús, decía: “la imaginación es la loca de la casa”,
recordaba el profe. Esta escritora mística, santa y doctora de la Iglesia,
autora de las “moradas” o el “camino interior” hablaba de su propia experiencia
espiritual.
Profesooor,
¡aquí hay vari@s loc@s, ja, ja, ja! Calma pueblo, decía el profe, pronto se
darán cuenta si lo son o no, pero, no me pongan de testigo.
¿Sabían
ustedes que la gente en el campo, toma todos los días su caldito? … Claro,
profe, decíamos en coro. Caldo de cordero. Caldo de cabeza. Caldo de gallina. Caldo
de panza. Caldo de pata. Caldo de caldos, la tripita. Caldo de choros, ja, ja,
ja. No me refería a esos caldos, respondía el profe. Hablo de modo particular
del caldo de pescado. Pero profe, en el campo no hay pescado fresco. Pero hay
la caballa, aclaraba. ¿Queee, la caballa?
Explicaba
el profesor. Cuando la gente del campo va a la ciudad y al mercado. Lo primero
que compra es su caballa seca. Y como está salada mucho más fácil. Cuando llega
a casa, la cuelga sobre la parte alta de la cocina. Pone su olla al fogón,
hierve el agua, baja y mete su caballa a la olla. Luego, eleva nuevamente la
caballa, y listo. Tiene su caldo de pescado. Nos mirábamos y sonreíamos del
ejemplo. Pero la lección sobre la nutrición estaba recordada para la vida.
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