martes, 16 de enero de 2018

QUERID@ VIEJIT@


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QUERID@ VIEJIT@

El miedo, el temor, la angustia, el pánico, la tristeza para envejecer es quizá la vivencia de la mujer y el varón de hoy. Lo rodean multitud de indicaciones de que el envejecimiento y la senectud son negativos o, por lo menos, que son objeto de burlas, bromas pesadas, chistes hirientes o palabras y frases despectivas.
La publicidad nos impulsa a cambiar los modelos de automóviles viejos por otros más nuevos y veloces. Las empresas jubilan a l@s ancian@s lo quieran ell@s o no y l@s reemplazan con emplead@s más jóvenes. Much@s de nosotr@s ni siquiera queremos utilizar la palabra "viej@"; optamos por expresiones alternas como "senectud", “coch@”, “viejit@”, “abuel@”, "longev@s, “peina canas”, "la tercera edad" u otr@s.
Muchas de las actitudes ante la senectud provienen de un modelo de decrepitación de la persona: con el paso de los años es inevitable el deterioro gradual en el aspecto físico y mental. En otras palabras, la edad cronológica es lo que hace "viej@s" a las personas.
Es cierto que, existen notables diferencias en la constitución física de l@s ancian@s, según su estructura genética y su ambiente. Así conocemos a personas de 85 años de edad que parecen tener 55 y a la inversa. El predominio de este modelo se explica en parte por la ignorancia y por el poco contacto con l@s ancian@s.

En conclusión, el resultado de esto es una serie de prejuicios en contra de ell@s. Muchas personas de más de 70 años gozan de salud relativamente estable. Por supuesto que, la fuerza física y los sentidos tienden a deteriorarse con el paso de los años. Por eso, la salud de l@s ancian@s se relaciona con la que tenían cuando eran jóvenes. Si en la adolescencia, la juventud y en la adultez tuvieron una buena salud, también la tendrán en su senectud.

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